JuanMatachin

martes, febrero 10, 2009

El vuelo del pájaro extraviado

Rompió el silencio la sangre de ese beso marchito
que encontró refugio en un paladar de espinas,
llegó para quedarse, para acompasar la sensación seca de sus piernas;
llegó para entregarse, para roer los tobillos de madera
de un pedestal que había construido en nombre de un amor
casi divinal que sacudió su estrecha conciencia.
Hubo entonces un "hola", un cambio de miradas de tigre,
un resoplo de frente y con sus fauces heladas
sabiéndose más listos que la levedad del tiempo en que transitan,
como luciérnagas perdidas que iban directo a la pista de la noche.

Rompió la calma una frase saeta, un "Te quiero porque te quiero",
una muestra apacible de su alma rota.

Rompió la dicha un sonido, 
una llave que abrió pesares más profundos que la muerte
el chillido de unos zapatos de goma sobre las tablas de un piso de pino,
y se vio volar por la ventana el ave que cantaba taciturna
en horas aisladas para la labor de dormitar.

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