JuanMatachin

jueves, julio 23, 2009

sin saber

Quererte es más que querer tus huesos,
y esa sonrisa que se cuelga en el tendedero,
es más que creer en los hoyuelos que empiezan en tu rostro,
que te bajan por la espalda y terminan en las rodillas;
es más que apretarte las falanges sin el ánimo de hacerte polvo las manos.
Quererme es más que arrojarse contra mi cuerpo,
como el suicida que cae desprevenido a un acantilado,
es más que martillarme las sienes todos los días,
es más que taparme la boca y la nariz con una mano
para hacerme sentir el vacío de la ausencia.

Querernos no es más que ver a Dios en cada hoja,
pero está muy cerca. Es una gracia que ha durado el tiempo de un cuento largo,
de esos que por decir tantas cosas se confunden con novelas,
de esos que por decir tan poco se confunden con sonetos;
de esos que por decir lo que se requiere se confunden con poesía.

Querernos es solo eso, el goce de mirarnos y respirar;
y saber que estamos juntos sin poder decirlo,
sin poder contar por completo lo que nos mueve,
sin saber siquiera hasta cuando, sin saber tampoco que decir.

lunes, julio 13, 2009

Un amante valiente

"Necesito un amante valiente
que me rompa la espalda de a pocos
que me haga dar vueltas y olvidarme de este mundo
olvidarme de que vivo y de que viven también mis enemigos.
Necesito un amante silente,
que me mire y sepa que detrás de mis ojos,
se esconden lágrimas tímidas
que nunca saldrán.
Que me bese como arrancándome el alma,
que me abrace como secándo mis huesos.
Necesito un amante de papel y de granito,
uno hecho de historias que contar de a pocos,
uno hecho de hojalata, con corazón de trapo,
necesito un amante valiente, uno que se atreva a anamorarme."

miércoles, julio 08, 2009

Ella bailaba

La energía circulaba,
era una sierpe dorada que se colgaba por las piernas
y subia hasta los ojos encharcados, grandes como ventanas
de casas coloniales,
con una mirada de fuego, ardiente; candela del horno.

Se movía su cuerpo en estrepitosos espasmos de alegria,
y vibraba con la naturalidad de las olas,
sus pies azotaban el piso, como en un reclamo,
la cadera mecánica, la de los pies ligeros

las notas se colgaban en su pelo ensortijado,
olor de canela en flor, seda al tacto.
Se posaban como flores del rocio,
bella ella se veía, solo bella, siempre bella.

Y ella bailaba, ella bailaba como loca,
como ida de este mundo, como pocas,
ella bailaba y le miraba, le miraba todo el mundo;
le miraba absorto y mudo.